17/11/2024
Lola Mora, la genial escultora que fue víctima de los prejuicios de la época y murió pobre y olvidada
Fuente: telam
Un día como hoy nacía una artista que haría historia no solo en el país sino también en Europa. Trascendió por ser la creadora de la Fuente Las Nereidas, pero fue dueña de una prolífica obra, luchó contra el machismo y la burocracia y sufrió, en los últimos años, un miserable ninguneo que la hizo morir en la indigencia
>Ese jueves 21 de mayo de 1903 había demasiada expectativa. No por ser el primer monumento que se inauguraría esa tarde en la ciudad realizado por una mujer, sino por lo que se mostraría.
La fuente es, en sí, una enorme valva, de la que emergen tres tritones –seres masculinos similares a la sirena- con sus caballos. En el centro se representa el nacimiento de Venus, la diosa del amor, la belleza y la fertilidad, en medio de dos Nereidas, que eran ninfas –una categoría menor a la de diosa- que protegían a los navegantes y que vivían en las profundidades del océano.
Era la Fuente Monumental Las Nereidas, aprobada por el intendente porteño Adolfo Bullrich sin consultar a los concejales. Incluía figuras femeninas con los pechos al aire, lo que era todo un escándalo. La responsable tenía nombre y apellido: Dolores Mora, quien se convertiría en la primera mujer escultora de América Latina.Hay un tironeo entre Salta y Tucumán, ya que ambas se disputan ser su lugar de nacimiento, porque no existen precisiones al respecto, así como con la fecha, probablemente el 22 de abril de 1867. Es que nació en El Tala, una localidad del departamento de La Candelaria en Salta pero fue bautizada 16 kilómetros al sur, en el poblado tucumano de Trancas. Además ella siempre se reconoció tucumana.Siendo niña, la familia se mudó a San Miguel de Tucumán, a una casa a media cuadra de la plaza principal. Sus padres murieron con dos días de diferencia: el 14 de septiembre de 1885 Romualdo, 48 años, víctima de neumonía, y el 16 Regina, que estaba enferma del corazón.
Tenía unos 20 años cuando comenzó a tomar clases de dibujo con el pintor italiano Santiago Falcucci, quien la describió como una “niña de cualidades no comunes, indiferente a todas las aspiraciones nobles”.Le encargaron una veintena de los gobernadores provinciales. La muestra de 1894 que montó con esas obras hechas en papel Canson no pasó desapercibida, y de pronto viajó a la ciudad de Buenos Aires convertida en artista.
Obtuvo una beca de cien pesos oro mensuales por dos años para continuar sus estudios en Roma, donde viajó en 1897 con una carta de recomendación de Dardo Rocha para el embajador argentino, para que la asistiese en lo que precisase.El escultor Giulio Monteverde detectó el talento de la chica para tallar la piedra, y Lola Mora abandonó la pintura, ya que había encontrado su camino. Cuando terminó la subvención, la chica pensó seriamente en comenzar a vender sus trabajos para mantenerse, hasta que Roca se la renovó por 200 pesos mensuales por un año.
Su nombre se hizo conocido, si hasta había logrado que el rey y la reina la recibiesen en el palacio. Esa popularidad hizo que a esa chica simpática, dinámica, de carácter, le lloviesen los encargos de obras. En Roma trabajaba en su taller de Lungo Tevere Prati 19, vestida con una larga túnica gris y con una gorra de baño que le protegía su tupida cabellera oscura.Luego viajó a Tucumán para cerrar un contrato para hacer un monumento a Alberdi y en octubre volvió a Italia, donde haría los trabajos asistida por escultores monumentalistas. En agosto de 1902 estuvo de nuevo en el país con la fuente embalada.
Mientras en el Concejo Deliberante discutían su emplazamiento, una vez descartada Plaza de Mayo para evitar mostrar hombres y mujeres desnudos frente a la Catedral, fue a Rosario a dejar la semilla de una idea que le rondaba, y que era el de intervenir en el futuro Monumento a la Bandera.Diariamente, la gente veía cómo una mujer que vestía camisa y bombacha de campo, mandaba a una docena de operarios en el armado, en un improvisado taller callejero, así como en alguna oportunidad alguno, descontento, se colaba para hacerle daño a los bloques de mármol.
En la inauguración faltó curiosamente el presidente Roca, el amigo y protector de la artista. Sobre la fuente, hubo opiniones de toda talla, aunque las peores vinieron del anarquismo, que hablaba de Mora como “alucinada de los falsos ídolos”, y puesta “al servicio de una sociedad degradada”.Realizó los altorrelieves que se exhiben en la Casa Histórica de Tucumán. Todos sus trabajos los desarrollaba en su estudio-casa de Roma, y solo armaba talleres provisorios en Buenos Aires cuando debía montar una obra.
En mayo de 1909 firmó el contrato para desarrollar el proyecto al monumento a la bandera en Rosario. Las figuras debían ser todas de bronce menos la Alegoría, que debía ser esculpida en mármol blanco de primera clase. Le pagarían 152 mil pesos en cinco cuotas. También, por la misma época, realizó las figuras para la bóveda de Ramón López Lecube, en el cementerio de La Recoleta.
A partir de 1913 su estrella comenzó a apagarse. Arreciaron las críticas hacia su trabajo. El puntapié lo dio el diputado Luis Agote, quien criticó las “horribles” estatuas esculpidas por Lola que coronaban la entrada al Congreso, y que era de muy mal gusto para el arte. El legislador hizo un pedido al Ejecutivo para que fueran removidas, y aunque nunca se resolvió esa petición, los nuevos legisladores venidos del radicalismo y el socialismo, surgidos a partir de la ley Saenz Peña, no perdían oportunidad de criticar todo aquello que viniera del antiguo régimen de partido único. Lola Mora, quien siempre estuvo amparada por Roca y Mitre, cayó en la volteada. Su obra en el Congreso fue retirada.
Ya sin vivienda en Italia, regresó al país, donde puso sus energías en el Monumento a la Bandera, pero el proyecto naufragó, y las esculturas que había hecho las emplazaron en la plaza Belgrano y con el tiempo fueron distribuidas en la ciudad sin ningún criterio. Finalmente un decreto del presidente Alvear de 1925 declaró rescindido el contrato con la escultora.
En la década del treinta, fue a vivir con sus sobrinas, en una modesta casa en la avenida Santa Fe al 3000. Como estaba en la indigencia, se organizó una exposición a su beneficio y varios artistas colaboraron con obras, y hubo un proyecto en el congreso para otorgarle una pensión mensual de 200 pesos.
Tuvo un ataque cerebral, del que le habían quedado secuelas, y tenía síntomas de senilidad y pérdida de memoria. Una noche de lluvia la sorprendieron junto a la Fuente de las Nereidas, y explicó que había ido a “secar a mis hijitas”. En sus manos apretujaba un pañuelo mojado. En sus murmuraciones, mencionaba a su ex marido, a quien nunca olvidó.Murió el 7 de junio de 1936, luego de estar tres días inconsciente. Los diarios escribieron que había muerto “vencida, pobre y sola”. En su homenaje, el 17 de noviembre es el Día Nacional del Escultor y las Artes Plásticas.
Fuente: telam